El colegio concertado CEU Jesús y María de Alicante se ha convertido en noticia esta semana después de que se conociera que se les había prohibido la entrada a clase a un grupo de alumnos por llevar la falda del uniforme para encima de las rodillas.
Las familias de las niñas han denunciado el hecho a la Consejería de Educación y aunque Luis Martínez-Abarca, director del centro, reconoce que el castigo es discutible y ha dado marcha atrás, también se ha reafirmado en que si las alumnos no cumplen las normas del vestuario del centro serán penalizadas de otras maneras. Según el jefe del colegio, a pesar de las reiteradas advertencias alumnas no hacían caso y otras compañeras se veían obligadas a seguir sus pasos para sentirse parte del grupo.
El caso ha despertado un debate que prácticamente se repite cada año: es el uniforme escolar una imposición sexista?
Para Sandra Molina, profesora de Magisterio en la Universidad Florida y doctora en Psicología, llevar uniforme representa reproducir unos estereotipos de género que no se corresponden con los avances sociales de estos últimos años: "es un código de vestimenta que establece que las chicas deben llevar falda y los chicos pantalón ". Sin embargo, en los casos en los que se permite que las chicas puedan llevar pantalón "nos lo presentan como un sistema igualitario, pero seguramente los chicos no les permiten llevar falda".
El uniforme también puede reprimir la libertad de expresión de los estudiantes y obligarlos a identificarse necesariamente con un género, "dejar elegir cómo quiero vestirme, como me identifico y qué ropa me hace sentir a gusto sería la solución ", añade Molina.
Según la educadora, la decisión de llevar uniforme debería ser consultada directamente con el alumnado, que es quien debe utilizarlo, y tener en cuenta cuáles son las ventajas y desventajas.
"Es un debate mucho más profundo. Los uniformes se enmascaran bajo la idea de que proporcionan igualdad, pero son pocas las escuelas públicas que utilizan uniforme y, por el contrario, cuanto más elitista se considera una escuela más historiado es este uniforme", explica Molina , quien además no cree que llevar chaqueta, corbata o falda sea el vestuario más apropiado para el juego, "que es la base de aprendizaje de la niñez".
Charo Altable, profesora de Secundaria y especialista en Coeducación Emocional y Sexual, comparte la opinión y, además, sitúa la problemática en un contexto en el que "siempre se ha querido controlar la vestimenta de la mujer en todas las sociedades, un control que proviene del relato bíblico según el cual la mujer es la que incita al hombre al pecado sexual ". Asimismo, considera que esta imposición de las faldas en las niñas no corresponde a un sentido de igualdad y que una escuela que cuenta con esta normativa y que es financiada con dinero público debería ser investigada por la administración para determinar si aplica normas sexistas.
Sin embargo, también hay personas como Samuel Martínez, estudiante de Magisterio en la Universidad Florida, que considera que, actualizando los uniformes a los avances sociales en igualdad estos pueden ayudar a acortar las diferencias económicas de los niños y niñas de una misma escuela. "El uniforme también puede ser positivo para que el vestuario no sirva como excusa para que unos alumnos acosan a otros", opina el futuro maestro.
Una cuestión que cuenta tanto con voces a favor como en contra, pero en el que, de momento, los centros escolares tienen la última palabra.
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