Los imraguen no son una etnia. Los hay blancos y negros, maures y wolof y pertenecen a distintas familias, los Ewlades Abdelwahd, los Ehlbouhoubeyni, los Barikalla, los Ewlades Bisbae, los Elbere. Lo que les ha mantenido unidos a lo largo de la costa mauritana y de los siglos es una cultura en común y, sobre todo, el oficio de la pesca, que han practicado desde tiempos inmemoriales. No en vano, imraguen significa precisamente eso, “los que pescan”.
Los Tamunant, barcos de vela latina, son una parte vital de la forma de vida tradicional del pueblo Imraguen, quienes han encontrado en el mar y la naturaleza su mejor defensa contra la globalización y el cambio. Aunque estos barcos llegaron desde las Islas Canarias y mantienen un vínculo con su origen, su presencia se desvanece lentamente con el tiempo.
La navegación a motor está prohibida en la zona desde que se creó el parque nacional de la Banc d’Arguin en 1976, que tiene como objetivo principal proteger la biodiversidad de la zona, especialmente para millones de aves migratorias. A pesar de esto, la gente Imraguen ha vivido aquí durante siglos, dedicados a la pesca, su principal actividad económica y su forma de vida.
Según Gabriel Hatti, quien participó en la creación del parque nacional, "Su principal método de pesca era a pie", los pescadores se apostaban en una duna alta y, desde la distancia, veían el banco de peces. Luego bajaban a la playa y caminaban dentro del mar desplegando sus redes. Los pescadores canarios, que llegaron a esta zona en el siglo XVI, tenían la fórmula para sortear el peligro que representaban los bajos fondos de la Banc d’Arguin, y utilizaron barcos con lanchas a cada lado para adentrarse en las aguas más someras.
Los canarios venían a esta zona en busca de corvinas, chernes, samas o atunes, y establecieron relaciones con los pobladores de la costa, intercambiando gofio (harina de cereales), pescado y otros productos a cambio de poder tocar tierra para reparar sus redes y sus barcos y reabastecerse de agua dulce.
El pueblo Imraguen, que originalmente se estableció en esta zona hace más de 10 siglos, encontró en el mar y en la riqueza ictiológica del lugar una forma de sobrevivir. A pesar de las dificultades, su forma de vida se ha mantenido gracias a la pesca tradicional y la conexión con la naturaleza. A través de los siglos, los canarios y los Imraguen han establecido una relación basada en el intercambio de bienes y conocimientos, lo que ha contribuido a la preservación de la vida tradicional y la biodiversidad de la zona.
Hoy en día, los Tamunant todavía navegan en la costa de Mauritania, y aunque se enfrentan a muchos desafíos, incluyendo la disminución de la población de peces y la presión de la globalización, siguen siendo un recordatorio de una forma de vida que ha existido durante siglos, y que todavía puede enseñarnos mucho sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza. La preservación de esta forma de vida y de la biodiversidad es vital para el futuro de la región, y la cooperación entre las comunidades locales y los esfuerzos internacionales de conservación son necesarios para garantizar un futuro sostenible para todos.
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